Por: Natalia Gómez Ospina grado 4°
Adaptado del cuento "La oveja y el ciervo" de Samaniego
Pastaba tranquila la oveja, sin más preocupación que el viento que enredaba su lana.
-Cómo puedes pasarte la vida sin hacer nada? -le reclamó el ciervo- ¿no puedes, acaso, correr por donde quieras y saltar por entre los árboles, ni beber agua del río o subir a las montañas más altas?
-yo me preocupo por lo mío- respondió la oveja, sin despegarse del pasto. -allá tú -se burlaba el ciervo, brincando de aquí para allá.
De pronto, un aullido rompió el silencio de todo el lugar, el lobo anunciaba que estaba listo para tomar posesión de la noche. Los pájaros volaron, las ardillas se escondieron y los topos no se volvieron a asomar. El ciervo dio un gran brinco y desapareció en medio del bosque.
La oveja levantó su vista y sintió temor, pero el flautín del Pastor retumbó por toda la montaña, su paso firme se abrió camino por los verdes pastos y su cayado reunió a todas las ovejas que saltaban de felicidad alrededor suyo.
De regreso a casa, canta alegre el flautín, el Pastor cuida sus ovejas que le siguen, Pero del ciervo saltarín nadie sabe dónde está.
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